A través de
una bellísima fotografía en blanco y negro se nos cuenta la historia de una
monja que antes de aceptar sus votos tendrá que resolver una pasada pendiente
incógnita familiar, y así de una vez seguir o no su camino total hacia el
sendero religioso. Ida debe conocer la verdad sobre sus difuntos padres, para ello se vale del único familiar
que le queda una tía, una jueza que le ayudará en la resolución del enigma.
Lo impresionante de ida es su estética fotográfica,
que no dejara a nadie indiferente, la evocación a lo pictórico esta presente a
lo largo del metraje en donde los grandes espacios dominan cada encuadre de los
fotogramas, los personajes son lanzados a los bordes superficiales y laterales
de manera tal que el amplio espacio actúa como un factor opresor y al sumarle el
blanco y negro nos da un efecto sumamente desolador que describe el mundo y
estado anímico de los caracteres sin entrar de lleno en lo depresivo.
Prácticamente
sin movimientos de cámara para así
reforzar el concepto de collage pictórico y con planos fijos de cierta duración,
la historia es muy sencilla y directa para así reforzar las excelentes
actuaciones del dúo femenino protagónico, la monja Ida (Agata Trzebuchowska) y
su tía (Agata Kulesza), en un ejercicio inusual en la evolución que deben tener
los protagonistas en una historia, en Ida este hecho es prácticamente sutil y
las circunstancias que transitan los caracteres adquieren gran fuerza y
presencia.
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