El
prestigioso director italiano Matteo Garrone me cautivo con tres muy aclamadas
cintas: Gomorra, Reality y hasta el momento su única
obra en idioma inglés El Cuento De Los
Cuentos. Su última propuesta Dogman si bien no alcanza el estatus de
sus tres predecesoras cintas, no hay dudas de que sigue siendo una gran muestra
de buen cine y un peldaño más en el currículo fílmico de este realizador.
Garrone
toma un hecho real acontecido en los 80 como lo fue un sonado crimen en suelo
italiano del boxeador Giancarlo Ricci a manos de Pietro De Negri, el cual
estaba al frente de una peluquería canina, esto inspiro a Garrone a escribir
una especie de fábula con aires a lo David y Goliat en tiempos contemporáneos, cuánto
hay de veracidad y cuanto de ficción la verdad es que no importa y tampoco
espere una postura determinada o algún ejercicio de juicio, de hecho la cinta
nos da un cierre abrupto, por lo cual el realizador solo se limitara a contar
una pequeña historia, en un barrio remoto, desolado, en donde la sensación de
peligro está constantemente presente, que nos recuerda a su ya célebre obra
Gomorra y que estrictamente no se ubica en los ochenta, la atemporalidad de lo
visionado nos deja entrever que pudo haber ocurrido en este nuevo milenio.
El
actor Marcello Fonte da vida a este bizarro David, interpretado sin cliché
alguno, que inclusive pudiera ser hasta más peligroso que
su amigo-adversario Goliat, ya que este en todo el metraje se muestra tal cual
como es, el típico delincuente azotador de barrio, mientras su contraparte que
luce débil, pequeño y vulnerable lo arropa un terrible manto humanístico y de
doble cara, él es capaz de tener una conducta altamente paternalista y cariñosa
con su hija y sobre todo hacia los perros que atiende y cuida, pero al mismo
tiempo ser el que tira la piedra y esconde la mano, entre las sombras se mueve como
un pequeño narcotraficante y un ladronzuelo de poca monta, así Garrone nos hace
un perfil de dos delincuentes el cual cada uno en su contexto inspiran repudio,
solo que el más grande y fuerte se aprovecha del otro hasta un punto en donde
el miedo y la humillación ya no encuentran tolerancia.
Garrone
una vez más logra una atmósfera de constante inquietud llena de desesperanza y
tristeza, para eso se vale de una fotografía opaca, ausente de brillo y claridad, estilo también
muy utilizado por su colega estadounidense David Fincher, es claro que este
recurso es para recalcar la situación asfixiante y prácticamente sin salida en
la que se encuentra la víctima en torno al victimario.
Al
término de esta cruzada entre David y Goliat la sensación de justicia
desaparece, nuestro aborrecible antihéroe se queda solo y sin consideración
ante una audiencia que ha perdido mucha sensibilidad ante lo que ha visto y que
le resulta muy difícil por mas siniestro que parezca establecer algún vínculo
de solidaridad con alguien que actuó por defensa propia pero que no consigue
ningún tipo de alabanza.
VALORACION 8/ 10
alf.cols@gmail.com / @cinealfred